
Alrededor de 1. Desde hace una semana, sin embargo, hay cierto run run en el pueblo. Pablo Sierra, de 21 años, y vecino de esta localidad ha desaparecido. Viven una calma tensa. Se oye como si estuvieran regando con una manguera, pero son los cuatro chorros que colman el centro de la Plaza de España. Zorita es un pueblo tranquilo. Se trata de algo extraño, teniendo en cuenta que el sepelio celebrado este viernes por la mañana en la iglesia se anuncia en el portón del Ayuntamiento. El alcalde de Zorita, Juan Francisco Ciudad, recuerda que aquí no hace falta: todos conocen a Pablo y su foto ya circula por todas las redes sociales.
A la una, a las dos y a las tres. En ese edad, las mozas se soltaban y levantaban los brazos mientras miraban a la luna y así permanecían unos momentos, en silencio, hasta que bajaban de nuevo los brazos y se agarraban otra vez. Esta, a cambio, decían, les obsequiaba con un novio tan trabajador como el suyo. Igual hábito se mantuvo en otras localidades de la sierra de Gata hasta no hace muchos años. En las comarcas del valle del Alagón y la sierra de Gata, y en las proximidades con la frontera portuguesa, el cómputo era de nueve y nueve los días seguidos que la moza debía efectuar el recuento. Si por alguna circunstancia —olvido, nublado…— la joven en cuestión dejaba un día de cumplir con el ritual, debía debutar nuevamente. El mismo afortunado sueño con el futuro novio lo conseguía la moza que colocaba durante tres noches seguidas un espejo bajo la cabecera, intentando que su cabeza descansara en el centro del espejo. Así, para ver la cara del futuro esposo, o de la futura mujer, al dar las doce de la confusión, víspera de tal fiesta, se rompía un huevo en un baño o vaso con agua, mientras se tenía en la mano un espejo. Mirando atentamente al huevo y al luna, se veía reflejado en el lente el rostro del futuro esposo o esposa.